Luiz Araújo: "Observamos una energía renovada que emana de las escuelas ocupadas en Brasil"
Como preparación a la IX Asamblea Regional de la CLADE, entrevistamos a Luiz Araújo, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Brasilia
Por Fabíola Munhoz, de CLADE
Foto: Controversia
Como preparación a la IX Asamblea Regional de la CLADE, que se realizará en Ciudad de México del 11 al 14 de noviembre, entrevistamos a Luiz Araújo, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Brasilia (UnB) de Brasil, y uno de las/os participantes del seminario público que inaugurará la jornada que enfatiza el tema “Educación emancipadora y garante de derechos: retos para América Latina y el Caribe”.
Araújo será ponente en la mesa “Hablemos de Paz, Democracia y los retos para la Educación”, en la que abordará los desafíos para la realización de los derechos humanos en Brasil, ante la destitución de Dilma Rousseff y el aumento de la criminalización y la violencia contra las protestas estudiantiles y docentes que resisten a los actuales retrocesos en el derecho humano a la educación en el país. “Se trata de un golpe al pacto que originó la Constitución de 1988, proceso que garantizó un conjunto de derechos que tenían como objetivo aproximarnos al Estado de bienestar social, lo que jamás logramos alcanzar plenamente en Brasil. Las tenues conquistas sociales fueron toleradas por las élites y ahora, con la reconquista de su hegemonía en el parlamento y en la sociedad, tales logros podrán ser revisados y la legislación nacional modificada de acuerdo a los ajustes que se hagan necesarios para superar la actual crisis económica”.
Lea la entrevista completa a continuación.
¿Cómo debe ser, en tu mirada, una educación emancipadora y garante de derechos? ¿Por qué?
La lucha por derechos es permanente y forma parte en la propia historia de las clases trabajadoras que se enfrentan al capitalismo. El propio término “derecho” es en sí mismo una conquista. La educación se ubica en este contexto de lucha, para que los aspectos fundantes de la sobrevivencia y la propia reproducción de la existencia sean financiados con recursos públicos, por el Estado.
Al lado de la lucha por instrucción, es decir, por saber leer y escribir, y por el acceso al conocimiento sistematizado por la humanidad que les permita a las personas calificar su condición de existencia, luchamos para que la educación no nos haga prisioneros de la exploración. De esa manera, para que podamos ejercer plenamente el derecho humano a la educación, ésta no puede hacernos prisioneros, sino que debe abrir nuestros horizontes y ayudarnos a reconocer las formas de exploración que existen en nuestras sociedades.
¿Cuáles son, en tu mirada, los principales desafíos para la realización de los derechos humanos, especialmente el derecho humano a la educación en Brasil, después del golpe que destituyó a Dilma Rousseff?
En Brasil, vivimos actualmente un nuevo tipo de golpe, diferente de aquellos a los que nos habíamos acostumbrado a ver en América Latina. Esta vez no fue necesario que los militares salieran de sus cuarteles. Fue un golpe institucional ejecutado por el parlamento, resultado de una decisión apoyada por fuertes movilizaciones de la clase media brasileña, y con amplia cobertura de los medios. El golpe derrocó a un gobierno electo, pero sus efectos van más allá de sacar a un partido de izquierda del poder, que gobernó durante diferentes mandatos en base a un proyecto de conciliación de intereses de clases distintas.
Se trata de un golpe al pacto que dio origen a la Constitución de 1988, proceso que garantizó un conjunto de derechos que tenían como objetivo aproximarnos al Estado de bienestar social, lo que jamás logramos alcanzar plenamente en Brasil. Las tenues conquistas sociales fueron toleradas por las élites y ahora, con la reconquista de su hegemonía en el parlamento y en la sociedad, tales logros podrán ser revisados y la legislación nacional modificada de acuerdo a los ajustes que se hagan necesarios para superar la actual crisis económica.
Por todos estos elementos, puedo afirmar que el golpe pone en riesgo los avances de 28 años de inclusión social por medio de la educación. No apenas el derecho a la educación está en riesgo, sino que también el conjunto de derechos que permitieron la inclusión de millones de personas en las redes de protección social, y especialmente en la atención a la salud y asistencia social del país.
¿De qué manera la educación puede y debe contribuir para fortalecer la democracia en Brasil y en nuestra región?
No existe democracia sin que las personas tengan condiciones de ejercer su ciudadanía. Los franceses en la revolución que impulsaron tuvieron plena claridad al respecto. En Brasil, el derecho a la educación es una conquista tardía y aún no se ha consolidado totalmente puesto que su universalización es todavía incompleta y bastante desigual.
De todas maneras, no es posible fortalecer la democracia sin ciudadanas/os conscientes de sus derechos, con pleno acceso a la información y que puedan apropiarse del control de los recursos que producen y de aquellos que el Estado recaba con el objetivo de promover y realizar las políticas públicas.
Ante un golpe, justamente es en el ámbito educativo donde observamos las primeras manifestaciones de resistencia al retroceso en los derechos. Garantizar el acceso a la escolarización básica, un estándar de calidad en las escuelas públicas, permanencia y conclusión de los estudios, así como la democracia en la toma de decisiones, son desafíos totalmente interconectados con el fortalecimiento de la democracia regional.
¿Nos podrías comentar, por favor, la actual toma de escuelas en Brasil en contra de la Propuesta de Enmienda a la Constitución Federal (PEC) 241, que si la aprueba el parlamento podrá recortar recursos para la salud y la educación durante los próximos 20 años, y la reforma de la enseñanza secundaria que el gobierno de Michel Temer impulsa sin previo diálogo con las comunidades educativas?
Soy activista desde los 14 años de edad, aún en el período de dictadura militar. Tal vez por ello me sienta tan conectado a lo que está pasando. Observamos una energía renovada que emana de las escuelas ocupadas en el país, un viento que puede renovar las organizaciones estudiantiles que habían perdido representatividad en el pasado, y que ahora cuestionan la exclusión social de millones de brasileñas/os.
Como siempre lo hicieron, los gobiernos siguen subestimando a los jóvenes. Sucedió así durante las manifestaciones de 2013 en Brasil y en las ocupaciones de las escuelas públicas en el Estado de São Paulo en contra de la reorganización del sistema escolar en 2015. El Estado sigue actuando de la misma manera ante las actuales ocupaciones de planteles escolares.
La criminalización de quienes luchan es la vieja respuesta del Estado. Ahora el blanco son los estudiantes, pero en la década pasada fueron los trabajadores sin tierra, y en el siglo pasado los obreros.
Las protestas de este momento ya están repercutiendo, pues están despertando a una nueva generación de brasileñas/os a participar en el debate público. No sé si respecto a la PEC 241 o a la Reforma de la Enseñanza Secundaria el movimiento tendrá éxito, ojalá que sí. Pero no se mide el éxito y la riqueza de un movimiento por sus logros inmediatos. La narrativa de los medios de que [con el impeachment de Dilma] se estaba haciendo una limpieza moral en las instituciones y de que el país estaría finalmente en el buen camino ha sido cuestionada por los jóvenes, y eso es muy importante.